e diel, tetor 09, 2005

CINE HUMANO

Después de varios días de ausencia, decidimos volver a las pantallas de cine y lo hacemos para ver dos películas seguidas.
Asistimos primero a la proyección del último film de Gianni Amelio, "Las llaves de casa", con la premura que te exige el saber cuánto han durado en las pantallas las últimas películas de este director. Me pareció una película magnífica, muy dura eso sí. Cuenta la historia de un hombre de unos 35 años que fue incapaz en el pasado de asumir la pérdida de su novia dando a luz y los problemas que surgieron en el parto para el neonato, que sufrió lesiones que le han causado una importante disminución psíquica y física. Sin haber tenido contacto alguno con el niño, y con el pretexto de unas pruebas mèdicas a realizar en Berlín, el protagonista inicia su relación de paternidad con quince años de retraso. Como en otras películas de Amelio, y pensando sobre todo en "Lamerica" que es la que tengo más presente, el protagonista inicia un viaje que le permitirá autoconocerse y tomar conciencia de su situación en el mundo, en este caso a través del establecimiento de una difícil relación paterno-filial con su hijo reencontrado. "Las llaves de casa" es una gran historia de amor, que obliga a reflexionar sobre las consecuencias de asumir relaciones de paternidad, en especial con un hijo disminuido pero también se puede hacer extensivo a otras circunstancias, y con un hermoso final en un desolado paisaje noruego.
Posteriormente, vemos "La pequeña Clara" de Bertrand Tavernier. Cabe decir que es una película más amable de ver que la anterior, aunque también contenga momentos duros. Cuenta la historia de un matrimonio francés que, no pudiendo tener hijos, se desplazan hasta Camboya con el objeto de, después de sortear un sinfín de trabas burocràticas, adoptar una niña. La película plantea algunos interrogantes difíciles de responder: ¿HAsta qué punto prevalece el egoísmo de los padres en esas adopciones? ¿Hasta qué punto no se trata de una simple compra de un ser humano? ¿Lo justifica todo el hecho que ese adoptado pudiera morir de hambre, por el estallido de una mina o por SIDA? ¿Por qué los protagonistas cantan victoria cuando, después de los análisis de sangre, descubren que la niña está en buen estado sin sufrir ninguna infección y eso les lleva a continuar la adopción?¿Hasta qué punto este tipo de adopciones son como un oasis dentro de un desierto para millones de niños?. Es difícil responder a todo esto, pero la película, con el habitual buen oficio de Tavernier, nos invita a la reflexión.