e hënë, maj 15, 2006

ROMA, CITTÀ APERTA

Después de leer en la prensa que se ha celebrado hace poco el centenario del nacimiento de Roberto Rossellini, le rindo un pequeño homenaje introduciendo en el DVD Roma, città aperta. Es una película que no había visto desde hace quince o veinte años, y la vi en una época de consumo compulsivo para recuperar todos los clàsicos de los grandes directores. Así que guardaba un recuerdo muy lejano del film.
La película me estaba gustando mucho en su primera mitad, rodada con la proximidad propia del neorrealismo, aspecto reforzado por el hecho que Rossellini introdujo escenas de la vida romana que había rodado durante la ocupación alemana. Sin embargo, la segunda mitad de la película, a partir de la muerte de Anna Magnani, el film pasa de bueno a extraordinario.
La intensidad de esos cuarenta últimos minutos es de las más fuertes que recuerdo en una película. El desprecio por la vida y por cualquier principio ético o moral de los alemanes choca de manera emotiva con el estoicismo con el que el miembro del ejército de liberación nacional, y el sacerdote que interpreta Aldo Fabrizi, soportan las torturas y la presión psicológica que se ejerce contra ellos.
Si los alemanes representan la encarnación del nihilismo bajo el rechazo de cualquier principio moral y la creencia en la superioridad de una raza germánica más fuerte que la italiana, la repuesta de los italianos es contundente aunque acabe de manera trágica, muriendo por unos nobles ideales en los que creen. Después de sesenta años, ¿estaría mucha gente dispuesta a morir por unos ideales?